Fabio Jurado Valencia
LA RECEPCIÓN EN CALI DE LAS TEORÍAS ESTRUCTURALISTAS Y SEMIÓTICAS DE LA ESCUELA DE PARÍS, EN LAS DÉCADAS DE 1960 Y 1970
Fabio Jurado Valencia
En la década de 1960 existían dos universidades en Cali: la Universidad del Valle, de carácter público (la más importante del sur-occidente del país), y la Universidad Santiago de Cali, de carácter semi-público (recibía apoyos presupuestales de la gobernación departamental y de la alcaldía de Cali). La primera, tenía como carreras emblemáticas la medicina y las ingenierías y entre las humanidades descollaban las carreras de sicología, filosofía, sociología, Letras y lingüística. La segunda, fundada en 1958, inició con una corporación de abogados (la mayoría), interesados en promover la carrera de Derecho, dados los intereses de muchos jóvenes en este campo de formación; dos años después se fundaría la Facultad de Educación, con las carreras de Literatura e Idiomas, Matemáticas, Bio-química y Ciencias Sociales.
En una ciudad como Cali, pequeña para entonces (unos 400.000 habitantes), el profesorado universitario repartía sus tiempos entre las dos universidades y entre el INEM, institución de educación media de mayor cobertura en la ciudad y de alto reconocimiento por su calidad en la oferta educativa. En la década de 1960 los profesores universitarios en el área de humanidades solo tenían el título de pregrado y asumían el rol docente por haber sido los más destacados en el transcurso de sus carreras. Posteriormente, hacia la década de 1970, muchos viajarían a Europa o a Estados Unidos a cursar las maestrías, con comisión o con becas; paralelamente se inicia en la Universidad del Valle la primera maestría en Lingüística.
Dos países europeos son los destinos más buscados por los profesores universitarios en el área de humanidades: Alemania, regularmente seleccionado por profesores de filosofía; y Francia, país elegido por sociólogos, lingüistas y profesores de literatura. Es importante destacar que para el caso de Francia la elección como país para el desarrollo de los estudios pos-graduales deviene del aprendizaje de la lengua francesa que, además del inglés, se estudiaba en los dos últimos grados del bachillerato, y en varios pre-grados el francés era una asignatura obligatoria, sobre todo en las carreras de ciencias del lenguaje. Por otro lado, el contacto con las fuentes primarias en francés a las que se accedía a través de la biblioteca de la Alianza Colombo Francesa, la dotación de libros importados de Francia por las dos universidades de Cali, o el flujo de profesores franceses que llegaban a la ciudad y se vinculaban a una u otra universidad o a ambas, fueron factores que incidieron en la apropiación de las teorías en boga en las universidades de París. Algunos de estos materiales eran traducidos por los mismos profesores caleños y reproducidos para los estudiantes a través de la técnica del esténcil; en muchos casos se reproducían también en francés.
Adicionalmente, y sobre todo en la década de 1970, la circulación de textos de los teóricos franceses traducidos en España, Argentina y en México fue profusa. En Cali era común encargar ciertos títulos al librero, quien tenía los enlaces comerciales para la importación; en el lapso de 8 o 10 días los libros encargados estaban en las manos de quienes los necesitaban, pero también el librero sabía de los títulos que los profesores universitarios trabajaban con sus estudiantes y entonces los importaba con antelación. El librero era una persona ilustrada que sabía quién era Barthes o Todorov o Althusser, o Kristeva o Bourdieu o Lacan, en un momento en que se leía para deliberar y para cohesionar la formación política. Chamizo, le decíamos a uno de los libreros, quien había representado a Tarzán en una película de provincia; en efecto, tenía cuerpo de Tarzán y un espíritu por ayudar a trascender las mentes del buen salvaje de quienes proveníamos de los pueblos. Cabe señalar que los intereses intelectuales en torno a las obras de los pensadores franceses condujo a que Cali fuese la primera ciudad, en la década de 1970, en clonar libros para responder a la alta demanda de los lectores de distinta condición social.
Cali era una ciudad de polifonías, pues se conversaba a partir de los libros recién llegados, lo mismo que sobre teatro, salsa, bolero y tango, a la vez que se discutía sobre las corrientes socialistas surgidas en distintos lugares del mundo luego de los movimientos estudiantiles de 1968, iniciados precisamente en París. Lo que fuera los idearios juveniles de 1968 en Francia respiraba todavía en la década de 1970 en Cali: la cultura política se asociaba con la formación universitaria y se extendía a los partidos de izquierda y al movimiento sindical. La obra de Louis Althusser era emblemática, porque contribuía a la lectura crítica de las fuentes marxistas. Todas las corrientes políticas de izquierda asumían la obra de Althusser como una entrada fundamental al pensamiento de izquierda. En el fondo de los bares se oía la canción de Gilbert Bécaud: Nathalie. La apropiación de las ideas de los pensadores franceses habría de señalar las vertientes de la izquierda: o estalinistas, o maositas o trotskistas o foquistas, grupos que solo convergían en los paros nacionales, como el de 1977.
En los planes de estudio de las carreras de Licenciatura en Literatura o Letras había cuatro campos de pensamiento entreverados: la lingüística, la semiología, el sicoanálisis y el marxismo, como soportes para la interpretación de las obras literarias. El 80% de los cursos estaban impregnados de los discursos de estos cuatro campos. El otro 20% correspondía a didácticas instrumentales, de los que aprendíamos casi nada por su artificialidad y su distancia respecto a aquellos discursos provocadores del pensamiento crítico.
Los discursos de los profesores eran encadenantes, de tal modo que lo que no comprendíamos plenamente con uno lo comprendíamos con otro, teniendo siempre como apoyo la fuente primaria. Un aspecto singular es ver cómo el marxismo y el sicoanálisis trascendían el escenario de las aulas para el caso de quienes militábamos en un movimiento de izquierda al que pertenecían también los profesores; entonces en las grandes discusiones de las asambleas o en las células aparecían de nuevo los discursos pero en un contexto más práctico: para comprender el movimiento obrero y saber identificar el rol de los intelectuales en los procesos políticos y sociales. No se trataba entonces de leer teorías para cumplir con los deberes académicos sino para comprender la complejidad de una época de convulsiones a nivel mundial: la guerra de Vietnam, el movimiento hippie, la agudización del desempleo en Europa, las pretensiones avasalladoras de Estados Unidos, el movimiento de las mujeres, las preguntas por el sentido de la educación, la utopía del socialismo, los referentes de Cuba… orientaron las discusiones de entonces.
En la Escuela Normal Superior, en París, Althusser animaba las grandes discusiones sobre el marxismo; su clásico libro Los aparatos ideológicos del estado circulaba en Cali en ediciones piratas, porque los planteamientos sobre epistemología y la historia de las ideologías constituían tópicos para los iniciados universitarios; el mayor aporte de este libro está en la profundidad como el autor aborda el concepto y el sentido de la ideología, apoyado en los planteamientos de Lacan, es decir, definiendo la ideología como la representación de relaciones imaginarias surgidas en la experiencia social.
Los profesores de la Universidad Santiago de Cali enhebraban los planteamientos de Althusser con las explicaciones que el psicoanálisis hacía sobre el inconsciente y el malestar de la cultura. Entonces había un diálogo o enlace entre las ideas de hasta cuatro profesores en un mismo semestre; el diálogo o enlace semántico era construido por los estudiantes, este proceso que ocurre cuando comprendemos conocimientos nuevos, en la triada constituida por la voz pedagógica, la voz del texto impreso y la voz del saber previo del estudiante. Así, Fernando Cruz Kronfly disertaba en torno a la ideología, según Althusser, y dos horas después Jaime Junca nos introducía al psicoanálisis, de la mano del libro clásico del francés Daniel Lagache: Psicoanálisis y estructura de la personalidad (1961); a su vez, en la misma jornada, Eduardo Serrano analizaba Odisea, de Homero, reconstruyendo el concepto de Estado en la antigüedad griega y estableciendo su conexión con la representación ideológica de la sociedad politeísta; y finalmente, Anthony Sampson y Gladiz Conde nos acercaban a la teoría del signo a partir de Ferdinand de Saussure y Roland Barthes. Algo parecido ocurría en la Universidad del Valle: lo único suelto eran los cursos de didácticas, cuyos profesores eran ajenos al movimiento intelectual.
Cali tenía pues en su academia un espíritu francés; y no podía ser de otro modo porque Francia supo acoger a un sinnúmero de jóvenes pensadores, filósofos y filólogos, que buscaban un lugar para el libre pensamiento luego de los desastres de la segunda guerra mundial y el fortalecimiento del estalinismo; esta acogida dio lugar a una escuela o corriente teórica que desde Cali llamábamos la Escuela de París. Solo basta reconstruir el panorama de lo que fuera la revista Communications, cuyo número 8, del año 1966, se convirtió en la punta de lanza de las teorías semio-língüísticas que influyeron en toda una generación de investigadores latinoamericanos, pero sobre todo en los modos de interpretar los relatos, sean estos literarios (Barthes, Todorov y Genette), folclóricos (Bremond), míticos (Greimas), cinematográficos (Metz), de radio, televisión y cómics (Eco) o de prensa escrita (Gritti), etc.
Con el título Investigaciones semiológicas: el análisis estructural de los relatos, la revista Communications, de la Escuela Práctica de los Altos Estudios, del Centro de Estudios de las Comunicaciones de Masa, aquellos jóvenes investigadores provenientes de los países bálticos y de países cercanos a lo que fuera la Unión Soviética ventilaron sus primeros trabajos; traían consigo las ideas surgidas de los debates del Círculo Lingüístico de Moscú, de la Organización para el Estudio del Lenguaje Poético (OPOJAZ), del círculo de Bajtin y del Círculo Lingüístico de Praga, adelantados entre los años 1916 a 1930, en torno a la especificidad del arte literario. Todorov, por ejemplo, proviene de Bulgaria, y es el primero que organiza en París los materiales fundamentales del formalismo ruso, como cimiente de lo que se identificará en Francia con la impronta de estructuralismo.
En 1965 Todorov publica en francés una compilación sobre la Teoría de la literatura de los formalistas rusos, cuya traducción al castellano data de 1970, en México (Siglo XXI). Si en el ámbito del marxismo el libro de Althusser sobre la ideología era el principal en el currículo universitario, en el ámbito de la semiología literaria la compilación de Todorov sobre los formalistas rusos era el libro de cabecera. Este libro posibilitó el paso del modelo histórico-biográfico y del “realismo socialista” (con Lukacs), en el análisis de las obras literarias, al estudio desde las estructuras semánticas y retóricas de los textos. Tres años después, en 1968, Todorov publica el libro ¿Qué es el estructuralismo? Poética, traducido al castellano en 1975 (Editorial Losada, B. Aires). Este libro responde al dilema sobre cómo analizar la obra literaria considerando la dimensión lingüística como punto de partida y como apoyo para la dimensión interpretativa; de algún modo Todorov se adelanta a responder a quienes tergiversaban los principios teórico-prácticos del estructuralismo, cuando veían solo disección lingüística y no un espíritu por la interpretación según las particularidades de las estructuras lingüísticas del texto.
Anota Todorov que “interpretar una obra, literaria o no, por sí misma y en sí misma, sin abandonarla ni por un instante, sin proyectarla fuera de sí misma, esto en cierto sentido es imposible.” (1975, 18). Proyectarla fuera de sí y desde sí misma no es más que analizar el plano de la enunciación –cómo está dicho lo que allí se dice- para develar las sustancias de sentido contenidas en los enunciados. Entonces Todorov propone considerar tres niveles interdependientes en el análisis de una obra: 1) el aspecto verbal, o nivel estilístico; 2) el aspecto sintáctico, o nivel composicional, y 3) el aspecto semántico, o nivel temático.
Para quienes nos formábamos como profesores de lengua y literatura esta propuesta de Todorov resultaba atinada, pues de un lado nos permitía rebasar el modelo canónico que por entonces se abordaba como tarea al analizar un cuento o una novela; ya lo habíamos padecido en el colegio y nos parecía demasiado trivial: identificar los personajes principales, los personajes secundarios, el espacio, el tiempo y elaborar el argumento. Tal como se probó en los análisis de novelas como el Quijote, con el profesor Tomás Quintero, y Papá Goriot, con Eduardo Serrano, y en cuentos como los de Rulfo, con Javier Navarro, veíamos la posibilidad de aprender sobre el lenguaje a la vez que usábamos sus categorías para desentrañar las poéticas de los escritores y enlazar la obra, hermenéuticamente, con la historia, el psicoanálisis y la sociología, sin perder de vista las sustancias singulares de las obras mismas. El mismo Todorov probará su enfoque con el análisis de Decamerón (Gramática del Decamerón, 1969, en francés; 1973, en castellano), el cual discutimos, previa la lectura de la obra de Bocaccio.
Una obra que está en el centro de lo que podemos denominar el estructuralismo clásico francés es la de Emile Benveniste, cuyas categorías permean las teorías de Barthes, Greimas y Genette. Benveniste nació en Alepo y sus teorías avanzaron en el albor de las grandes discusiones sobre las lenguas indoeuropeas y el lenguaje en general, realizadas en Francia desde la década de 1950. Los dos volúmenes sobre Problemas de lingüística general (1974, en francés, 1977, en castellano) constituyen también otro acervo bibliográfico decisivo en la formación del lingüista y del semiótico literario en Cali; Benveniste es el primero en llamar la atención sobre lo inadecuado de identificar el lenguaje como un instrumento de comunicación; sus explicaciones coincidirán con los círculos de Bajtin y de Voloshinov, de la década de 1920 en Rusia.
Dos revistas de la Universidad del Valle –Lenguaje, fundada en 1972, y Poligramas, fundada también en la década de 1970- ilustran los niveles de apropiación de los enfoques estructuralistas y semióticos en el análisis textual, desde la perspectiva de los teóricos franceses. Las tesis de maestría y de doctorado, en los campos de la lingüística y la literatura, son también una huella sobre los aportes de dichas teorías en la investigación humanística. Sin embargo, al hacer un balance hoy es justo reconocer que otros modelos teóricos han desplazado a los análisis de corte semiótico, si bien permanece en la Universidad del Valle el seminario de investigación sobre semiótica discursiva liderado por Eduardo Serrano Orejuela, en donde de nuevo se le da la voz a los teóricos franceses de la década de 1970, que recalaron en el análisis del relato (Greimas y Genette) y a los posteriores: Courtés, Fontanille y Landowski; lo más importante es el desarrollo aplicativo de estas teorías y el conocimiento nuevo que emerge de los análisis. Los otros miembros de aquella escuela en Cali se dedicaron unos al psicoanálisis clínico, otros a la escritura literaria y la mayoría a seguir leyendo.
Resulta extraño que haya sido Cali la ciudad en donde se cultivó, en 1970, las teorías de la semiótica y de la lingüística discursiva, surgidas desde el estructuralismo, y que ni Medellín ni Bogotá hayan tenido una escuela como lo fuera el movimiento estructuralista y semiótico de las dos universidades de Cali. Dos nombres más no podemos obviar en aquel proceso: Enrique Buenaventura, con el teatro, y Estanislao Zuleta, con la filosofía y el psicoanálisis.
BIBLIOGRAFÍA
Althusser, L. (1968). Ideología y aparatos ideológicos del Estado. México: S. XXI.
Bajtin, M. (1982). Estética de la creación verbal. México: Siglo XXI.
Barthes, R. (1966-1971). Crítica y verdad. México: Siglo XXI.
Eco, U. (1965-1968). Apocalípticos e integrados. Barcelona: Lumen.
Greimas, J., Fontanille, J. (1994). Semiótica de las pasiones. De los estados de cosas a los estados de ánimo. México: Siglo XXI.
Todorov, T. (1965-1970). Teoría de la literatura de los formalistas rusos. México: S. XXI.
_______ (1968-1975). ¿Qué es le estructuralismo? Poética. B. Aires: Losada.
_______ (1969-1973). Gramática del Decamerón. Madrid: Taller de ediciones.
Voloshinov, V. (1992). El marxismo y la filosofía del lenguaje. México: Alianza.
Foro Virtual Lectura Crítica con Fabio Jurado- Editorial Santillana
Cortesía de Editorial Santillana:
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Fernando Vallejo Hablar en nombre propio
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